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jueves, 15 de marzo de 2012

Un presidente de órdago

Felicitaba yo a nuestro presidente del Gobierno en una entrada anterior, pretendiendo creer que hablaba en serio cuando se plantó ante Bruselas en el objetivo del déficit del 5,8% con estas palabras:
<<Esto es una decisión soberana que toman los españoles y que la han conocido ustedes en estos momentos. A la Comisión se lo contaré en el mes de abril, como a todos los demás.>>
El Eurogrupo contraatacó poco después enviando observadores a España, incidiendo de nuevo soterradamente en las irregularidades de las que surgen las discrepancias entre las cifras de déficit del gobierno saliente y el entrante y, finalmente, exigiendo a España un objetivo del déficit del 5,3% del PIB para 2012. En la reunión en la que se marcó dicha cifra, el presidente del Eurogrupo no pudo ser más tajante:
<<La cifra anunciada anteriormente, un 5,8 %, ha muerto.>>
Hoy el señor Rajoy ha confirmado que sí, que aceptamos la nueva cifra por ser "más racional y asequible". Entristecido estoy (pero lamentablemente no anonadado) por lo efímera que ha resultado ser la soberanía española en asuntos económicos. Puesto que la nueva cifra (5,3%) es completamente arbitraria y viene exenta de una justificación que la racionalice, hemos de concluir que el Eurogrupo nos la impone, simplemente, para demostrarnos quién tiene la sartén por el mango y quién dice aquí la última palabra en materia económica.

Algunos analistas afirman que la jugada de nuestro presidente ha sido inteligente y magistral: en su opinión, mediante el anuncio de que España decidía su propio déficit ha obligado a la Unión Europea a regatear de forma pública para no dar una imagen de crueldad inflexible, y así ha conseguido librarnos del yugo demencial del 4,4% pactado por el gobierno de Zapatero (en otras condiciones económicas). Bajo esta perspectiva, los 5 mil millones extra por bajar del 5,8% al 5,3% no son tales, sino que constituyen en realidad un alivio de casi 10 mil millones en este año (los que se encuentran entre el 4,4% y el 5,3%).

Bien, esto tiene toda la pinta de ser así y desde cierto punto de vista puede tildarse de buena jugada. Pero ese punto de vista conlleva una implicación tremendamente indignante: que los grandes poderes están jugando, con la economía y con nosotros. Cuando nuestro presidente nos anunció el cambio en el déficit tomando como base nuestra soberanía, nos mintió deliberadamente. Su objetivo no era informar a su ciudadanía; su objetivo era jugar un órdago en su partida con Bruselas. Repito, porque los hechos importantes merecen ser repetidos: nuestro presidente salió de una reunión europea, se puso frente a un micrófono y nos hizo creer que su posición con respecto al dato más importante para nuestro país hoy en día era firme, a sabiendas de que no hablaba en serio porque manejaba un objetivo oculto.

Se puede objetar que esta dramatización fue "por nuestro bien", que Rajoy hizo lo que juzgó mejor para los españoles y que su objetivo oculto era legítimo. Quien sostenga esto, antes de manifestarlo en público haría bien en detenerse frente al espejo y decirse en voz alta: "Mi presidente me mintió, pero fue por mi bien".

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